LUNES O MARTES
Perezosa e indiferente, sacudiendo con
facilidad el espacio de sus alas, conocedora de su camino, pasa la garza sobre
la iglesia, bajo el cielo. Blanco e indiferente, ensimismado, el cielo cubre y
descubre sin cesar, se va y se queda. ¿Un lago? ¡Quítale las orillas! ¿Una
montaña? Sí, perfecto, con el oro del sol en las laderas. Cae desde lo alto.
Helechos o plumas blancas, siempre, siempre…
Deseando la verdad, esperándola,
destilando laboriosamente unas pocas palabras, deseando siempre (se inicia un
grito a la izquierda, otro a la derecha; ruedas golpean divergentes; omnibuses
se conglomeran en conflicto), deseando siempre (el reloj asevera con doce
claras campanadas que es mediodía; la luz vierte escamas de oro; niños se arremolinan),
deseando siempre verdad. Roja es la cúpula; de los árboles cuelgan monedas; el
humo sale lento de las chimeneas; ladrido, alarido, grito. «Compro metal»… ¿Y
la verdad?
Como rayos orientados hacia un punto,
pies de hombres, pies de mujeres, negros o con incrustaciones doradas (Esa
niebla… ¿Azúcar? No, gracias… La Commonwealth del futuro), la luz del fuego
salta y deja roja la estancia, salvo las negras figuras y sus ojos brillantes,
mientras descargan una camioneta fuera, la señorita Thingummy sorbe té en su
mesa escritorio, y las vitrinas protegen abrigos de pieles.
Cacareada, leve cual hoja, rizada en los
bordes, pasada por las ruedas, plateada, en casa o fuera de casa, reunida,
esparcida, derrochada en diferentes platillos de la balanza, barrida,
sumergida, desgarrada, hundida, ensamblada… ¿Y la verdad?
Recordar ahora junto al fuego del hogar
la blanca plaza de mármol. De las profundidades de marfil se alzan palabras que
vierten su negrura, florecen y penetran. El libro caído; en la llama, en el humo,
en las perecederas chispas; o ya viajando, la bandera en la plaza de mármol,
minaretes debajo y mares de la India, mientras los espacios azules corren y las
estrellas brillan… ¿la verdad?, o bien, ¿satisfacción con su proximidad?
Perezosa e indiferente la garza regresa;
el cielo cubre con un velo sus estrellas; las borra luego.
FIN
Virginia
Woolf
(1882-1941)


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